NEVAZO

España es suficientemente grande como para poder sacar un par de climas suficientemente diferenciados en invierno: el mediterráneo, mundialmente conocido por su moderación y por su diversidad alimentaria y su relación con el mar y el continental, mucho menos conocido, ligado sobre todo al frío invierno, que abarca todo el centro de la península, más de la mitad de España. Cada año nos deja una muestra de su crudeza por las bajas temperaturas alrededor de las carreteras. No tiene una forma concreta de mostrar su fría cara pero los cientos de coches abandonados en los arcenes se repiten. Este año se ha manifestado con un nevazo de 30 horas ininterrumpidas junto a una ola de frío que todavía no ha remitido. La diferencia con otros años ha sido que ha cubierto todo el centro, más o menos como siempre, pero incluida la capital lo que la ha hecho diferente a otras calamidades semejantes, con lo que hay puntos comunes con otras anteriores, si bien este año ha habido record de frío de hasta 34 grados bajo cero en algunos puntos, sobre todo persistente, lo que mucha de la nieve caída se ha convertido en placas de hielo que todavía se mantienen por las calles, después de una semana.

La cuestión es que la presencia o no de la capital ha resultado una diferencia significativa por el número de personas afectadas. Las carreteras no han supuesto un problema especial. Se han habilitado áreas de descanso para los camioneros y, mal que bien, los problemas se han ido resolviendo razonablemente. Más o menos como todos los años, si bien con algo más de frío. Pero la capital ha significado un problema diferencial por la cantidad de gente afectada y por la cantidad de días, más de una semana sin que desaparezcan las placas de hielo de las calles, con lo que hemos vivido varias pandemias superpuestas. La del COVIT 19 que nunca se fue y que la nevada ha coincidido con el comienzo de la vacunación. Madrid ya iba a la cola de vacunación cuando comenzó la nevada y sigue en la cola una vez que se le suman las dificultades de movimiento y la rotura de huesos por resbalones que han complicado especialmente los servicios de urgencia.

Como el ritmo de llegadas de vacunas desde Bruselas no ha disminuido, resulta que hay comunidades que han puesto todas las que les han llegado mientras otras, Madrid y País Vasco sobre todo, van acumulando stock con la dificultad añadida de que hay que mantenerlas a 77 grados bajo cero por lo menos. Hay quien se queja y pide que se le den más a aquellos que ponen más mientras que Madrid y el País Vasco, que van a la cola, no aceptan buenamente que se les discrimine en el reparto, por más que las cifras son tozudas y sus porcentajes no mejoran sustancialmente en comparación con Melilla, Asturias, Comunidad Valenciana y otras que van a la cabeza. Los que vemos las dificultades desde cierta distancia no podemos eliminar una cierta sonrisa de amargura al comprobar, una vez más, que en vez de colaborar para que los problemas se vayan resolviendo cuanto antes, estamos mucho más preocupados por poner palos entre las ruedas para que todo el que pueda tropiece y nos dificulte el avance al conjunto.

Los noticieros han estado impregnados toda la semana que hemos dejado atrás, no tanto por la nieve y el frío, que también, como por la dificultad de circulación por las placas de hielo en las calles de Madrid capital, como si los problemas tuvieran una dimensión si están en las carreteras y se multiplicaran desde el momento en que entramos en las calles de la capital. Ha habido que plantear disputa hasta en la petición de que Madrid se declare zona catastrófica y pueda acceder a ayudas especiales por el efecto de la nevada, como si el resto de España no estuviera afectada por el mismo mal que el término capitalino. Aunque sea con desesperante lentitud las aguas van volviendo a sus cauces y los problemas van adoptando una dimensión mucho más acorde con la realidad y cada uno va dejando un rastro con su verdadera estampa. Se ve que las dificultades también nos van poniendo a cada uno en el lugar que se merece.