Amado Nervo, Literatura y Política Latinoamericana
El gran poeta mexicano cumplió funciones como embajador de su país ante los estados Argentino y Uruguayo, pero su tarea no fue meramente diplomática, durante sus estancias en las respectivas capitales rioplatenses desarrolló una amplia actividad literaria participando de innumerables tertulias con los grandes poetas de la orillas del plata.
Nacido como Amado Ruiz de Nervo Ordaz, en Tepic, Nayarit, México, hijo de padres de clase media venidos a menos, abandonó sus estudios eclesiásticos, pasando a ejercer el periodismo, enviado a la exposición de Paris en 1900, se queda por dos años en esta capital, y traba amistad con el Príncipe de las Letras Hispanas, Rubén Darío, docente y funcionario de educación luego, cumple a tareas representado a su país en Argentina, España y Uruguay, donde se vincula con los movimientos literarios locales y estrecha relaciones con sus literatos, el uruguayo Zorrilla de San Martin supo ganase su admiración y respeto y grajearse su amistad.
Cumpliendo son su último destino, enferma en Montevideo y fallece en esta ciudad en 1919, para ese entonces ya era un poeta reconocido y admirado, respetado también por sus inquietudes e investigaciones.
La nación uruguaya, dispuso que el cuerpo del poeta fuera devuelto a su patria en una de sus unidades navales, el crucero “Uruguay”. La Argentina, por su parte, que uno de sus buques de guerra acompañara al uruguayo, con tal motivo, por expresa disposición del Presidente Hipólito Yrigoyen, el Ministro de Marina ordenó al comandante del crucero “9 de Julio”, capitán de fragata Francisco Antonio de la Fuente:
"Que el buque a su mando escolte al crucero Uruguay que conducirá a México los restos de Amado Nervo".
Los buques hicieron escala en La Habana, Cuba, conde se le rindió homenaje póstumo al poeta y partieron acompañados por el crucero Cuba y el buque escuela Zaragoza, de las armadas cubana y mexicana, respectivamente, hasta Veracruz donde procedieron entregar los restos de Amado Nervo al gobierno de México, allí la flota se dispersó.
“El 9 de Julio” debía tocar puerto en República Dominicana, país que vivía una situación muy particular. Hacía 4 años que se había declarado oficialmente la implantación del gobierno militar norteamericano, que tuvo lugar en aquella época (1916), cuando el doctor Francisco Henríquez y Carvajal, designado Presidente de la República por decisión del Congreso Nacional, se negó a aceptar las humillantes condiciones que para su formal reconocimiento le hiciera el gobierno de Estados Unidos que en ese entonces detentaba, de acuerdo con la convención de 1907, la total percepción de los ingresos aduaneros dominicanos. Por ello el capitán de fragata De la Fuente desde Haití, solicito instrucciones al respecto de que bandera debía saludar en su paso por aguas Dominicanas, recibiendo la orden de hacerlo con la bandera de ese país.
13 de enero de 1920, el crucero “9 de Julio” arriba al puerto de Santo Domingo encontrando izado el pabellón de los Estados Unidos de América. En una demostración de respaldo al derecho soberano de los pueblos y de acuerdo a las instrucciones recibidas, izó en su mástil de honor el pabellón dominicano y lo afirmó con 21 cañonazos, la noticia corrió por toda la ciudad, dándose una movilización espontánea que rompió el toque de queda imperante. El puerto se convirtió en el foco de una insurrección en potencia, donde improvisados oradores se sucedían unos a otros, demandando el fin de la ocupación norteamericana. El doctor Herrera Cabral, niño entonces, futuro embajador de la República Dominicana en la Argentina, decía en una entrevista a finales de los años sesenta que, de haber tenido armas la población, los cañonazos del crucero argentino habrían sido el detonante de una insurrección general contra el invasor.
En 1921, el Congreso de las Juntas Patrióticas reunido en San Pedro del Macorís, envió un mensaje de agradecimiento especial a Yrigoyen, y al recuperar la completa independencia en 1925, la ciudad de Santo Domingo honró al presidente argentino imponiéndole su nombre a una calle céntrica. Años después, por gestión de la Liga Naval Dominicana, la Armada Argentina obsequia a la Marina de Guerra Dominicana el cañón del crucero 9 de Julio, con el que se habían disparado las históricas salvas en honor al país intervenido, correspondiéndole al buque escuela Fragata Libertad el traslado del mismo en 1965. Hoy está como un símbolo de admiración de dicho pueblo en la explanada frente a la Escuela Naval de la mencionada República.
Escribe en diciembre de 2020, Carlos Piñeiro Iñiguez Embajador de la República Argentina en República Dominicana “Los acontecimientos relatados fueron mucho más que un noble y atrevido gesto diplomático. El saludo al pabellón dominicano fue un hecho político, consciente y premeditado. La vena de la solidaridad americana había latido; la Patria era América y dolía allí donde fuera herida. La lira del gran poeta muerto había convocado a la dignidad del estadista. La estética y la ética celebraron entonces nupcias que siempre es provechoso recordar, porque nuestra América —todavía joven— tiene mucho por aprender de quienes nos mostraron el sentido de la unidad y solidaridad continentales.”
Elías Antonio Almada
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le quedo muy bien
me gusto mucho es uno de mis favoritos y tiene una historia sentimental rígida
Muchas gracias, saludos estimada
Alida Y. Gómez dice:
le quedo muy bien
me gusto mucho es uno de mis favoritos y tiene una historia sentimental rígida
Elias, me encanta estos temas historico de nuestro existir de verdad que es lo importante conocer de nuestras leyendas historicamente para aprender, digo porque nunca debemos dejar de aprender.
Gracias por compartir esta historia.
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