Últimamente me he propuesto aprovechar mis paseos matutinos para corregir mi postura corporal.
El hecho de que camine aparentemente como una persona normal no quiere decir que lo haga correctamente.
Llevo toda la vida, especialmente desde mi adolescencia, caminando con los hombros caídos.
No es que vaya como el Jorobado de Notre Dame por la vida, pero si no corrijo la postura, la inercia es ir cada vez más chepada.
Pero no es solo cuestión de ir encorvada, es la suma de un sinfín de detalles.
Porque es como si todo mi cuerpo se hubiera ido desmoronando con el paso de los años.
En cuanto algo se desajusta, el resto va equilibrando como buenamente puede.
Y acabo con el culo hacia fuera, la barriga desmorcillada, la cadera bloqueada y el alma encogida…
Así que procuro ir caminando últimamente consciente de mi postura.
Pisando con todo el pie de forma equilibrada.
Metiendo abdomen hacia dentro.
Adelantando mi pelvis.
Permitiendo a mis caderas contonearse.
Y, por supuesto, irguiéndome para ir con la cabeza bien alta y el pecho abierto.
Abierta a lo que la vida me depare y dando lo mejor de mí.
Aprovecho para dejar ir todas las emociones que el cambio de postura me remueve.
Porque si mi yo adolescente me viera caminar así, diría:
“¡¡¡Pufff, será chula y creída!!!”
Sí, criticaba y despreciaba a cualquier chica que tuviera un poco de seguridad en sí misma.
Y ese juicio me ha estado condenando toda mi vida.
Un día, mientras dejaba ir y atravesaba ese odio que tenía a las que “se lo tenían creído”, me di cuenta del engaño…
¿Acaso es mejor ir por la vida creyéndose una mierda?
¿Sintiéndote un ser despreciable?
¿Avergonzándote de ti mismo?
¿Escondiéndote del mundo por el miedo al qué dirán?
¿Humillándote a ti misma mientras te comparas y desprecias con el resto?
Claaaroooo, eso es mucho mejor que ir por la vida estando en paz contigo mismo.
En cuanto descubrí la “pedrá” en la cabeza, decidí que no iba a volver a permitir esa actitud.
Y para eso el único camino era soltar las cargas que me doblaban.
Ya no cargaba con la mochila del colegio, pero cargaba con demasiadas emociones.
Al dejarlas ir, mi cuerpo podía ir abriéndose a nuevas posibilidades.
Y mi postura mejoró mucho en los últimos cuatro años.
Pero no lo suficiente.
Ya no me conformo con medias tintas.
Porque si no hay amor perfecto, es que queda miedo.
Si no es totalmente luminoso, queda oscuridad en el subconsciente.
Si estoy en una escala de grises, queda todavía trabajo por hacer.
Tengo claro mi objetivo.
Voy a darme permiso para brillar en cualquier circunstancia.
Y si tengo que dejar ir caminando, lo haré.
Si tengo que dejar ir escribiendo, lo haré.
Si tengo que dejar ir trabajando, lo haré.
Si tengo que dejar ir foll****, lo haré.
Y si llega un día en el que alguien me critique por ser demasiado chula o creída, sabré que he salido de mi escondite.
Y lo celebraré.
Brindaré por la luz y por mi cordura mental.
Brilla con toda tu fuerza, no te apagues porque otros estén tarados.
Y si a alguien le molesta tu luz, que se ponga gafas de sol.
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