Dos odres nuevos
Amado, hoy viene a mí tu voz. Y ninguna palabra
dicha en tu acento, sonará mejor en otra boca.
"Cerro San Cristóbal" dijiste, y el "Santa Lucía"
que recorrí con tus ojos.
Tu calle pobre, de árboles enjutos, de lodo y piedra
en Conchalí, donde corrió tu infancia de cometas,
y espadas de alambre hechas por tus manos.
Solías decirme que siempre llevabas alfajores en
los bolsillos. Esposo mío, tus palabras vuelven a
mi recuerdo con el tinte puro de tu tierra.
Mas, si aún te espero, ¿porqué te has ido?
¿En qué oscuro momento pusiste mi piel temprana
en olvido? ¿Y no te acordaste que atardeció bajo
el contacto de tus manos?
¿En qué oscura fracción de segundo tocaste la
desconocida puerta, que te encadenó a la distancia?
Fue un engaño de tus sentidos, que lastimó nuestras
vidas. Mas hoy, en que tus miradas lavadas por las
lágrimas, se han tornado balsámicas para mis antiguas
heridas; yo te espero amor. Me estoy formando para ti
en un molde nuevo. Como tú, odre viejo, desmenuzado
al sol y tallado en nueva forma por las manos maestras
del Eterno.
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