Hace cuatro años.
Intensos y hermosos años.
Decidí que mis manos, abrazarán las tintas, y sus
asombrosos mantos.
Mantos que prometí tejer, con mis sentimientos,
con mis manos.
Sentimientos que guardé, en miradas al océano,
a un corazón amado.
No existió y debo confesar a los astros, un objetivo
trazado.
Solo escribir lo que sentía, en mis esquinas, en mis
barrios.
Prontamente la felicidad, colmo mis espacios.
Lentamente, me iba convirtiendo en un relojero de suizos
engranajes.
Eran miles de detalles que mi alma, jamás, paso por alto.
Una caricia ,un beso, o un sentido pensamiento para quien
ya no estaba.
Todo mi mundo, en letras , estaba cimentándose.
Era mi obra.
Mi propia casa de ladrillos rojos, como mi sangre.
Mi propia vida que a nadie, nunca había contado.
Como el vuelo de una Torcaza, todo en mis vuelos, en el
infinito depositaba.
Un niño que nunca mencionó, que poseía un velador, sin
manillas que lo abren.
Todo se guardaba.
Todo absolutamente todo.
Solitarios rincones, donde con su corazón sólo hablaba.
Las penas que deja un amor que pasó, sin caricias en el alba.
Hoy soy feliz, porque a las letras las amo, como a la mujer
que dejo huellas profundas, en mi rostro, en mis labios.
Mis versos y mis tintas , son la expresión máxima,
de un aprendiz de poeta, que lo recordarán, los caminos
y los sauces, que lo saludan cuando por ellos pasa.
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