Treinta minutos
Me queda media hora
para vivir;
para sembrar mi nostalgia
en las breves hojas de una acacia.
Breverías del alma
que nacen como mariposas
de plegadas alas
que se niegan a volar.
Sentimiento profundo
que abarca
las raíces del ser
y se trasluce
en las grises miradas.
¿Qué legado dejaré
en treinta minutos agonizantes?
Las manecillas del reloj
no perdonan,
y tienen prisa
por acabar mi historia.
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