Los labios buscan el alivio entre las penumbras, mientras
se revuelven las aguas de las entrañas.
Lógicamente.
Hay suspiros infinitos,
como hay poros que se abren para colorear el instante.
O
manos
que se acoplan al tiempo del viento.
Entonces el brillo de su aura se torna predilección constante,
sin importar que los barquitos de papel,
suelten las amarras en
el tiempo.
En
tanto dibujan
estelas de latidos en los mares de ensueño.
Definitivamente, la primavera florece
cuando se desnuda el alba sobre el puerto de la placidez.
Y
sobre el fulgor
que delinea la trayectoria del amor.
Autor: Fabián Irusta (Villa Maza, Buenos Aires, Argentina) D/R
Obra de arte:
Helena Wierzbicki (Buenos Aires, Argentina) D/R
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