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SECRETOS   DEL ALMA

Poemas y Relatos Reales o imaginados para deleite de todos

 no lo sé -contestó- mi padre marchó y mi madre, seguro que en el cielo está, sólo le tengo a él, sálvelo, por favor. Pero no tengo dinero, haré lo que quiera, pero sálvelo por favor.

El doctor siguió preguntando:

- ¿dónde vives?

- No tengo casa, se la quedaron unos malos hombres.

- ¿tienes hambre?- siguió el doctor

- Si, señor, pero me esperaré a que mi hermano esté bien para comer los dos.

Doctor, ante tamaña reacción de amor fraterno, le dijo al niño:

¿No tienes otra ropa para ponerte?

- No, señor –contestó con su voz trémula.

Entonces el doctor cogió su teléfono y marcó un número, se apartó del muchacho para que no oyera su conversación. Su cara se alegró al momento, suspiró y colgó.

Dirigiéndose al chiquillo le preguntó:

- ¿Te gustaría poder ducharte, ponerte una ropa mejor y más limpia y dejar estos zapatos que están casi sin suela de tanto andar vagabundeando?

- Claro que sí señor, pero no tengo ni lugar para ducharme ni ropa para cambiarme.

- No te preocupes esto está arreglado. Vas a venir a mi casa que mi señora te dará lo que necesites, ya que tu hermano me dicen que tiene que estar unos días ingresado, que no es nada grave, pero tiene que quedarse. Espero que confíes en mí.

-Yo sí confío en usted ya que es la única persona que se ha cuidado de nosotros dos. Haré lo que me diga, no sé si su señora, al verme tan sucio, me dejará entrar en su casa.

-No te preocupes, ella te espera con ilusión. Ahora voy a cambiarme de ropa, cogemos mi coche y marchamos a mi casa.

Salieron ambos del hospital, temblaba de emoción el pequeño, mientras el doctor lo miraba con mucha compasión. Subieron al coche, cosa que no había hecho nunca el protagonista de esta historia, lo máximo algún viaje en autobús, pero muchos andando.

Llegando a la mansión del doctor, en la puerta una señora estaba esperándoles sonriente. Cogió de la mano, que estaba más bien mugrienta al niño y, pausadamente, lo introdujo en la casa.

Una vez allí, preparó el baño para su invitado .Cuando estuvo listo lo acompañó y lo dejó solo en el baño, indicándole qué es lo que podía utilizar.

¡Qué delicia más grande encontró al notar el agua tibia recorrer su juvenil cuerpo! ¡Qué sensación de paz le embargaba! Estuvo tanto tiempo que hasta la señora le preguntó si le ocurría algo, el dijo:

- no señora, estoy muy bien, muchas gracias.

Al salir de la ducha, se encontró con unas ropas a su talla, limpias, olorosas como nunca las había tenido, hasta tuvo cierto temor para vestirse, no fuera que todo fuera un sueño, pensó, no me gustaría despertar.

Una vez vestido, pasaron a una gran mesa en la cual había las cosas más apetitosas que su pequeño cerebro podía pensar. Entonces, los señores le dijeron:

- siéntate y come todo lo que quieras y no te preocupes por tu hermano también él en estos momentos está comiendo, también ha sido limpiado y seguramente mañana ya podréis estar juntos. Ven, tenemos que enseñarte algo.

Subieron unas cortas escaleras y delante de una puerta se pararon. En aquel momento la cara de los señores demostraba una infinita tristeza, pero intentando que no se notara forzaban su cara para emitir una breve sonrisa.

Abrieron la puerta y, como si el mismo cielo las hubiese abierto, qué maravilla, qué limpio estaba todo y aquellas dos camas tan acogedoras. Se acercó hasta tocarlas suavemente con sus manitas, parecía que se desprendiera un aroma muy especial de aquellas sábanas, del conjunto de toda la habitación, en la cual había decenas de juguetes todos muy bien alineados.

Los Sres. le dijeron: hoy dormirás, escoge una de las camas, ésta será la tuya.

Sin dudar escogió la de color azul, al lado de un ventanal inmenso que daba claridad a la habitación.

-Descansa ya de este día tan duro para ti, duerme tranquilo, nosotros velaremos tu sueño.

Así, sin esperar más, se acurrucó en la cama que parecía estar esperándole. Cerró sus ojos y notó que unas manos cariñosas colocaban bien las sabanas para que durmiera más relajado y así fue.

Al despertar, se encontró extraño de estar en aquella habitación. Aún medio dormido, empezó con mucho cuidado a vestirse, procurando no estropear aquella ropa recibida la noche anterior. Calzó unos singulares zapatos deportivos muy cómodos y se dirigió hacia la puerta, abriéndola, notando un silencio total en la casa donde estaba. Fue bajando las escaleras, fijándose en todos los detalles que encontraba a su paso. Al llegar a la planta baja y, no sabiendo hacia dónde dirigirse, quedó quieto. En este momento le pareció oír unos tenues sollozos, venían de una de las habitaciones de la planta en que estaba. Por curiosidad hacia allí se dirigió, era la señora sentada en un sillón. Lloraba tenuemente con un gran sentimiento. Viéndola así una luz se formó en su mente y se le apareció la figura de su madre amada. Se acerco a la señora y le dijo

- ¿Por qué lloras, mamá? - exclamación que salió de lo más hondo de su alma recordando las lágrimas de su madre.

La señora levantó su cara, anegada por las lagrimas vertidas, y en aquellos ojos antes llorosos brilló la luz de la alegría, cogió al niño entre sus brazos, lo apretó contra su pecho y le dijo:

- ahora sí que soy feliz, hijo mío.

Lo besó en la frente y el correspondió con un beso en aquellas mejillas que habían vuelto a recobrar la alegría. No sé cuánto tiempo estuvieron en esta situación, hasta que apareció el doctor y dijo:

- ¿qué son estas lágrimas que veo has vertido, esposa mía?

Ella toda feliz dijo:

- son de alegría- le comentó lo que había ocurrido, ,

Entonces a quien se le nublaron los ojos fue al bondadoso doctor, cogió al niño, lo besó en ambas mejillas, él no sabía qué ocurría con estas muestras de cariño pero estaba muy contento que así ocurriera.

Fueron hacia la mesa, donde estaba preparado un suculento desayuno. Viendo tantas cosas apetitosas, no sabía por dónde empezar. Los señores solo hacían que contemplarlo con un sentimiento de gran amor.

El doctor dijo:

- ¿quieres venir al hospital a ver a tu hermano?

- claro que quiero, estoy ansioso de volver a verlo, pero sólo una cosa me gustaría pedir, si es posible.

- Di, hijo, ¿qué cosa? ¿te falta algo?

- No, señores, pero ¿puedo llevar alguna de estas cosas tan buenas a mi hermano?

Rieron el matrimonio a la vez, dijeron:

- puedes llevarte todo lo que quieras.

Ni corto ni perezoso, cogió una bolsa que estaba en una silla, y puso dentro varios pastelitos, diciendo:

- no pongo más, ustedes también deben de comer.

Volvió a sonreír el matrimonio y le dijeron:

- no te preocupes tenemos muchos más y, ahora, vamos al hospital los tres, quiero que mi esposa conozca a tu hermano y yo también quiero conocerlo un poco más.

Llegando al hospital fueron a ver al hermano pequeño, el cual estaba mejor que una rosa, riendo y jugando con las enfermeras, pero al ver a su hermano, saltó de su camilla y se lanzó a sus brazos.

¡ qué escena más entrañable! , ¡ cuánto amor había entre estos dos hermanos!



En esta situación, que era de unos momentos de una alegría sin par en la cual todos los presentes festejaban y más de uno notaba un nudo en su garganta de la emoción que las imágenes trasmitían.
- Muchas gracias a todos ustedes por haber cuidado con este cariño a mi pequeño hermano, no sé cómo agradecérselo ni que decir, han sido muy buenos y también muchas gracias a usted, doctor y a su señora.
En este momento la señora, que estaba muy emocionada, abrió el paquete que en sus manos llevaba y del mismo sacó unas ropas de talla muy adecuada para el hermano pequeño y le dijo:
- toma hijo mío, póntelas quiero que seas el más guapo de este centro. Deja estas ropas ya muy gastadas que en nada embellecen este rostro de ángel que posees.
El hermano pequeño miró al mayor y le preguntó
- ¿puedo ponérmelas? me gustan mucho.
- Sí, claro que puedes y además me gustará que lo hagas, así estaremos igualados en la vestimenta y hasta pareceremos unos chicos ricos - dijo soltando una carcajada que sonó a música celestial si los Ángeles supieran cantar.
Ni mediar palabra alguna más y con la mayor rapidez posible se coloco las prendas recibidas que parecían hechas a su medida, no hacía más que contemplarse, tocar la ropa, acariciarla, ya que tenía un toque no conocido por él.
Mientras tanto, el doctor conversaba con sus ayudantes sobre el estado de salud del pequeño. Por la expresión de sus rostros parecía que todo estuviera correcto, por lo cual, acto seguido , exclamó:
- ya pasó el peligro, ahora iremos a casa para que podáis descansar un rato de tantos ajetreos pasados.
Así fue, llegando a la mansión hicieron subir a ambos hermanos a la mentada habitación, para que el pequeño viera la cama que tenía preparada.
Sus ojos recorrían toda la habitación con su carita de asombro, soltando exclamaciones de complacencia.
Los señores dijeron:
- quedaros aquí un rato y disfrutad de todo lo que encontréis. Todo es para vosotros: los juguetes, la ropa de los armarios, todo lo que hay aquí es vuestro, dentro un rato queremos hablar de algo importante para todos, os esperamos, ya bajareis cuando queráis.
No tardaron mucho tiempo en estar en la sala, donde los señores estaban esperándoles, el doctor le dijo:
- Veréis, como es una cosa muy sensible prefiero que lo haga mi esposa, los hombres somos más rudos para decir ciertas cosas.
- Como usted diga señor. Escucharemos a la señora.
La señora se levantó de su asiento y con voz trémula les dijo a ambos hermanos:
- Sois unos Ángeles del cielo, las criaturas más hermosas que he conocido, vuestros sentimientos sólo merecen elogios, pero tenéis una pena muy grande en vuestro interior, no conocéis a vuestro padre y vuestra santa madre estará en el cielo, seguramente en estos momentos cuidando también a mis dos queridos hijos, que la muerte, sin compasión, se los llevó en un trágico accidente.
Vosotros no tenéis padres, nosotros perdimos a nuestros hijos, estamos los cuatro solos en este mundo, solo quisiéramos mi esposo y yo, que fuerais nuestros hijos a partir de ahora. ¿Qué decís?
En este momento la habitación se iluminó con una fuerte luz, y en la misma aparecieron los dos hijos y la madre de los pequeños, los tres con signos en sus manos como de bendiciones dando su aprobación a la propuesta realizada, entonando un aleluya como muestra de su aceptación.
Después de una breve pausa, y una vez las apariciones se hubiesen disipado sólo una voz se escuchó, la del más pequeño, que pregunto:
- ¿podemos decirles papá y mamá?

Magi balsells

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UNA PRECIOSA HISTORIA MUY HUMANA Y PLAGADA DE GRANDES SENTIMIENTOS. OJALÁ POR FORTUNA EXISTIERAN EN ESTE MUNDO MUCHOS MÁS SERES TAN MAGNÍFICOS QUE ESTUVIERAN DISPUESTOS A TENDER SU MANO Y AYUDA A QUIEN ESTUVIERA NECESITADO DE ELLA.

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