En mi infancia la comba era un hermoso juego, casi exclusivo de niñas, en el que las participantes entraban y salían de una larga cuerda que dos compañeras hacían girar a un ritmo equilibrado una y mil veces. Los niños mirábamos embelesados, pero no participábamos para que no nos dijeran mariquitas. Era uno de los muchos juegos que ejercitaban las niñas, haciendo alardes con manos, pies o cuerpo entero, de un ritmo, acompasado con canciones o trabalenguas, consiguiendo unas armonías de…
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