Ya no vibran aquellas promesas sutiles, pronunciadas tan solo por
mero compromiso. Ya no existen en mis labios, aluviones de algunas
sonrisas forzadas que afloran con la exclusiva finalidad de paliar
el dolor y el olvido. Mediante las ventanas de mis ojos, he podido
volver a contemplar esos tonos cromatísticos que nos regala la
naturaleza en su estación primaveral.
Ha desaparecido en buena medida, el rumor del mar bravío de
mi Costa Dorada, dejando atrás la estación invernal, olvidando
con parsimonia e ilusión esos días preñados de turbulencia
marina y silencio en sus playas de arena blanca y fina.
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