No es la primera vez que trato el tema de la inclusión de los menores como reclamo de determinados productos. Durante todo el año aparecen determinados anuncios en los que aparecen menores en la promoción. Quién no recuerda en España aquel anuncio de Iberia en el que incluyó casi 200 bebés de menos de 2 años pegados materialmente al suelo a través de los pañales que llevaban puestos, anunciando las excelencias de su línea aérea. Sucede que las navidades, con los regalos de fondo son fechas especialmente propicias para que los bebés ejerzan de agentes de promoción de primer orden. La mayor parte de las veces se tratan de regalos infantiles pero también para cualquier otra rama del comercio.
Dos botones de muestra. Ahora en España está muy vivo el tema de fiesta de los toros sí o fiesta de los toros no, aparece un festejo taurino en beneficio de un pequeño con cáncer que confiesa que su ilusión en la vida sería ser torero y ya lo tenemos de bandera de los unos contra los otros a niñazo limpio. Ayer mismo un juez acaba de decretar prisión para un padre al que se le acusa de haber obtenido casi un millón de euros solicitados para hacer frente a los gastos de la enfermedad rara de su hija, que parece que es real, pero que le han servido al parecer para que la familia pueda vivir con un alto nivel de vida. El juez les ha quitado provisionalmente la patria potestad de la hija y se la ha asignado a unos tíos de la pequeña mientras duran las investigaciones que tienen una pinta malísima porque están apareciendo datos sobre gastos que para nada están relacionados con los fines curativos para los que se solicitaban las limosnas.
Sé que son dos casos un poco extremos pero creo que nos deberían servir para reflexionar sobre hasta dónde somos capaces de llegar y sobre lo fino que es el hilo que separa la decencia sobre otros calificativos que me resisto a pronunciar por andar los menores de por medio. Prefiero bajar un poco el listón del abuso y centrarme en la cantidad de menores cuyas familias, de manera entusiasta incluso, los ofrecen para todo tipo de actividades comerciales para aumentar las ventas. Mi escándalo se centra desde luego en que sean sus propias familias las que los induzcan de manera entusiasta a que se conviertan desde sus primeros años en carne de explotación de cuyo beneficio no sé si ellos se aprovecharán en alguna medida pero los adultos que los rodean sí que se aprovechan desde el primer momento. Ante semejante espectáculo uno no sabe muy bien por dónde tirar. De quien tenemos que proteger a los pequeños si son sus propias familias las que las que trafican con ellos.
Luego vemos de vez en cuando las pésimas condiciones en que se desenvuelve la vida de miles de niños que trabajan en basureros luchando por la supervivencia con toda la dignidad que tiene esa lucha por la vida, por más que sean miserables las condiciones en las que se desarrolla, y al parecer este abuso de tratar a los pequeños como agentes de venta para beneficio de los comerciantes o de sus familias o no se las califica de ninguna manera o incluso alardean de alguna forma de prestigio social. Uno piensa en las distintas varas de medir según los distintos baremos que apliquemos, si nos afecta a nosotros o si les afecta a los de enfrente. Por extensión y sin extenderme no hay más que ver la cantidad de programas con niños de por medio que cubren tiempo televisivo, o sea dinero que va a los bolsillos de cualquiera menos de los menores.
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