Cuando el sol dejó de regalar
sus tonalidades amarillas
en el cielo destellante,
los hombres
soñadores de
gaviotas estelares dejaron de ser hombres
y se volvieron
canibales,
pues se devoraron entre ellos
olvidando si esencia humana, hermana.
Cuando el sol
dejó su helio amoroso
ya no fue un sol,
fue solo un cuy asustado, sin rumbo,
en el sin sentido de la vida.
Cuando el sol del amor se muere en el alma humana
no hay varita mágica de siete colores
que resucite sus humanidad perdida.
Pues yace solitaria llorando con lágrimas nostálgicas,
su esencia primigenia.
Que nunca muera el sol en una costa perdida, abandonada,
qué resuciten sus ojos amarillos en nuevos ocasos naranjas,
¡Qué reviva!
En ese muelle que siempre espera su resurrección
en pléyades de humanidad nueva.
Autora:Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
17/07/2020
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