Desafíos.
Que no digan los cantares de la noche,
que no digan,
que mi amor a ti, es un capricho de mi pensar solitario,
tan ajeno a las sombras de esa casa de mil sombras,
celebrando quizás que santo,
quizás que onomástico.
Porque en mis miradas hacia lo lejano,
llegas a mis brazos,
a mis labios,
como brisas de verano.
Que no digan las aguas de aquel riachuelo que no te
amo,
que no deseo que tu alma busque la mía,
para danzar por los espacios,
para amarnos cobijándonos en las estrellas,
en las nubes,
en las rocas de las orillas donde el mar ha llegado
cantando,
anidando sus espumas,
sus recuerdos de puertos de bellas siluetas,
como tu cuerpo de blancos telares,
de hermosas casas
con grandes ventanas de claros reflejos como
tus miradas.
Llegarás,
si, llegarás pronunciando mi nombre,
calmando mis deseos de desnudar tu corazón,
buscarás
buscarás, la piel de mis manos,
para que acaricie tu rostro,
Eres,
eres,
mi alegría de vivir
amor de las infinitas esperanzas,
de los eternos sueños de la noche,
de los comienzos de las mañanas.
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