No sé si será para combatir las horas de oscuridad o para que el comercio haga su agosto antes de fin de año, ahora entramos en un mes en el que una orden no escrita se impone: TENEMOS QUE SER FELICES. Todo es alegría, sonrisas a diestro y siniestro, cantamos y bailamos en todo momento, brindamos con cava por lo mucho y por lo poco, comemos y bebemos hasta no poder más y en este mundo no cabe la más mínima nota de preocupación ni de amargura. Todo es dicha y juventud a nuestro alrededor. Los niños viven en una fiesta permanente. Se pasan el día abriendo paquetes de regalo y despilfarrando papeles y cartones a toneladas hasta encontrar los merecidos obsequios que se merecen por su bella cara. Y todo mezclado a golpe de imagen con las interminables llegadas de refugiados que no cesan y los reclamos de las ONGs que cada vez necesitan más colaboración para desarrollar sus múltiples planes solidarios en todos los rincones del mundo.
Si cada día más en la escuela los pequeños se encuentran en un mundo extraño y ajeno. Su mundo informático y de redes a duras penas es capaz de seguir el ritmo cuando los propios pequeños se desenvuelven como pez en el agua porque han nacido y viven como si tal cosa. Es su verdadera lengua materna. Esta inflación de estímulos de felicidad inducida sin ningún referente con la realidad vivida, lo que produce a fin de cuentas es más soledad, más desamparo y mayor separación entre lo vivido y lo soñado. Sería hoy imposible, justificar una semana completa sin la presencia de una fiesta con risas, con regalos, con sus gastos correspondientes, sencillamente porque hoy es hoy, por lo guapos que somos y porque todo nos lo merecemos por nuestra bella cara. Viva dios que nunca muere y si muere resucita. Quien es capaz de sugerir momentos de recogimiento, de soledad y de silencio como situaciones deseables.
No hay medida porque sencillamente, el comercio, que es el origen y el sentido de tanta monserga, es el que marca el paso y nunca se consuela. Agranda y agranda sus bolsillos ilimitadamente para que el beneficio no decaiga. Estamos en una vorágine en la que si paramos nos morimos. Hemos logrado encadenar las secuencias de tal forma que todo tiene sentido a condición de que seamos capaces de mantener el ritmo de gasto y de crecimiento sin advertir que cada vez necesitamos mayor inversión para hacer que los incentivos que invitan a mantener la excitación requieren mayor gasto. Es una rueda que parece que no tiene fin pero que nos va cubriendo la vida y nos va haciendo cada vez más invitados y dependientes y menos protagonistas. Como si por nosotros mismos no fuéramos nada y sólo nos alcanza el bienestar en función de lo que somos capaces de consumir según lo que exija cada época. En ese sentido las navidades se llevan la palma. Parece que nos han hecho la boca un fraile.
Hay que volver a la primera señal de vida que las personas somos capaces de protagonizar a poco más del primer año de vida: NO. Probad y veréis que bien sienta por dentro y por fuera. Quizá al principio suponga algún miedo pronunciarlo: NO. Hay que repetir, acostumbrarse al monosílabo, perderle el miedo a tantos fantasmas como nos amenazan. Ninguno de ellos es verdad. Hay que ir vencer el miedo, eso sí, que no es poco. Pero a medida que repitamos el mantra del NO veremos como todo un mundo nos crece alrededor y los que parecíamos muñequitos que bailábamos al son que nos tocaban unos y otros nos vamos convirtiendo en personas con nuestras propias caras y con nuestras propias manos, capaces de salir adelante con nuestras particularidades. Al final, el NO significa siempre nuestra redención como individuos, lo mismo al final del primer año de vida que en cualquier otro momento.
Comentario
Bella reflexiòn, còmo añoramos la època de las novenas, de las oraciones, de las reuniones de familia, el chocolate caliente,el beso de los padres y abuelos y la fundita de caramelos y una pelota, sin embrago hoy todo materialiazado,comercial,creando un ambiente metalizado, asi se pierde el espiritu de navidad, Bueno hay que vivir lo que nos quda con la felicidad de los años del ayer.Abrazos amigo.
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