Sufrimos los tres primeros meses del COVIT 19 como algo nuevo, insólito. Se nos confinó en plan cerrojazo y de la noche a la mañana nos vimos en nuestras casas, casi teniendo que pedir permiso hasta para ir al cuarto de baño. Salían muertos hasta de debajo de las piedras. Nunca habíamos visto nada parecido. Sin terminar de reponernos del impacto fuimos viendo que la curva estadística descendía y alcanzaba niveles asumibles hasta que al final de Junio la dirección de la pandemia cambió de manos porque muchos creían que el gobierno les estaba quitando atribuciones y se quería poner todas las medallas de la desescalada. Se dijo entonces que cuidado con los brotes, los rebrotes y todo lo demás porque el virus seguía presente y volvería a dar señales de vida de nuevo. Nadie lo creyó en aquel momento y los poderes autonómicos entraron en la dirección como Pedro por su casa. La reflexión de entonces era la de que la lección recibida nos tenía que servir para aprender y que nuestra sanidad, de la que tanto habíamos alardeado durante años, había hecho aguas y nos había enseñado sus vergüenzas de manera obscena.
Intentamos tan panchos abrir el verano a los millones de turistas habituales para que lo pasado no fuera más que un mal sueño. A las primeras de cambio empezamos a darnos cuenta de que la realidad seguía adherida al suelo y nuestra ancestral credibilidad desaparecía a velocidades supersónicas de modo que agosto, nuestro agosto, ese en el que te acercabas a cualquier playa y tenías que pedir perdones para no pisar a la multitud que se doraba apaciblemente y nos dejaba millones de euros como churros, no llegaba y la gallina de los huevos de oro nos volvía la espalda. Recurrimos a Europa y de allí salieron millones de euros para cubrir el hueco provocado por el virus y todos tan contentos de ver, una vez más, cómo salíamos de este atolladero, no diré que sin mancharnos, pero sí con la cabeza bien alta. Ha llegado el otoño, el virus sigue aquí y estamos en plena segunda ola. Nuestras discusiones siguen creciendo, nadie sabe hasta dónde y hasta cuándo y el virus no decae.
Desde el primer día de confinamiento, allá por marzo, la lucha política intentó embadurnarnos la vida esperando hacer caer este gobierno de coalición ante los sólidos y palmarios argumentos de la oposición, tan poco acostumbrada a digerir las derrotas y adherida desde siempre a círculos de poder: jueces, empresarios, bancos…con los que encontrar resortes para volver a la primera línea, que es la suya, al parecer por derecho divino. Y el tiempo pasa de manera desesperante y nos vamos quedando sin dinero, sin trabajo, sin argumentos y con el virus presente tanto o más que en la primera ola, si bien los muertos de entonces, hoy son bastantes menos, al menos por ahora. El gobierno no ha caído hasta el momento, la oposición, cada día más cerril, se desespera y ya empieza a decir que el 1% de la población de riesgo no puede condicionar al 99% de los normales. O que no solo se muere del virus. Y en plena lucha dialéctica fratricida, Europa reacciona ante la segunda ola de manera que deja nuestras discusiones a la altura de un patio de colegio.
¿Seremos capaces de aprender algo, no ya ahora, sino en algún momento? Todos los técnicos argumentan que la mayor fuerza contra la pandemia está en la unidad de acción, pese a las legítimas discrepancias y nosotros con las discrepancias manifestándose en todo momento de manera creciente. Antes morir que ponernos de acuerdo en algo, parece que decimos con nuestro comportamiento. Se argumenta que la mejor lucha está en dotarnos de una atención primaria potente y en un ejército de rastreadores que detecten cualquier posible contagio para ir cortando las vías a la pandemia. Pues eso es exactamente lo que no vemos, pero las discrepancias sí. Ya hemos alcanzado una cota de bulos, de mentiras y de gritos que nos vamos a convertir en verdaderos catedráticos de la nada. Recordando a Groucho, partiendo de la pobreza, hemos alcanzado las más altas cotas de miseria. Y seguimos.
Comentario
Ua dura realidad que pocos podiamos afrontar.Gracias por compartir.Celeste.
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