Hemos conocido a estas alturas muchos ciclos de vida o al menos suficientres como para tener una cierta perspectiva de que la naturaleza es más fuerte de lo que pensamos. En el Valle de Lecrín, a 30 kilómetros de Granada y a medio camino de la playa, ya han brotado los almendros, sencillamente porque es su hora y no entienden de barcos. Es verdad que hay un importante déficit de reserva de agua, aunque los he conocido mayores, pero el reloj del tiempo se pone en marcha y no entiende de barcos. Hay que florecer y se florece y ya es posible deleitarse con el anuncio de la primavera blanco o malva que se combina con los naranjos del Valle. Después del letargo que culminó a final de diciembre con el solsticio de invierno, los días van abriendo de luz minuto a minuto. Seguimos en invierno y se nota, es verdad, pero la fuerza de la vida ya anuncia un nuevo ciclo.
En los más pequeños se nota muy claramente que al final formamos parte de la vida y entre nosotros y un almendro hay un ciclo vital común inevitable. Claro que el almendro es un árbol y y cualquier pequeño es una parsona, pero ambos somos seres vivos y por tanto sometidos a los ciclos de la vida. Lo mismo que la oscuridad venía hace un mes a acogotarnos y nos empujaba a recluirnos en la casa buscando el calor y contando historias de nacimientos y de regalos para intercambiar leyendas, ahora nos empuja a la calle y nos muestra cada tarde cómo el sol se va apoderando del tiempo y nos va haciendo entender que todo empieza a brotar y que la vida se va a volver a imponer sobre las oscuridades. Todavía sigue el frío, es verdad, pero los músculos se nos despiertan y nos reclaman caminatas, saltos y cabriolas para anunciar con nuestro movimiento todo lo que bulle por las entrañas de la tierra que nos cobija.
A estas alturas hemos evolucionado suficiente, sobre todo en algunas latitudes, para acometer programas de conocimiento que, formando parte del aprendizaje que a través de la escuela nos puede llegar, hace a los más pequeños como más universales, los incluye de manera más directa como miembros activos de la sociedad, los hace presentes como está presente el malva de los almendros del Valle. Es momento de salir de las aulas para patearse los barrios, conocerlos más a fondo y fabricar palabras con las fruterías, las tiendas de zapatos, las farmacias, un paseo en el Metro, recien inaugurado, que nos traslada de una punta de la ciudad a otra en un santiamen mientras vamos por encima y por debajo, según los tramos, conociendo los distintos niveles entre los que vivimos. Podemos y quizá debemos, acercarnos a las piscinas cubiertas de los barrios para integrarnos también en el líquido elemento con los mayores que asisten a sus cursos de mantenimiento o con los disciplinados incondicionales que suman largos y largos para que sus cuerpos no pierdan las musculaturas que el ejercicio endurece.
Toda esta amalgama de cambios encadenados hacen que sin darnos cuenta un día tengamos tres años y al poco rato alcancemos los 30 y a la vuelta de la esquina nos encontremos con los 70 terminamos por llamarlo vida y se produce nos pongamos como nos pongamos. No nos va a esperar y por esa razón algunos estamos empeñados en tratar del conjunto del ciclo, sobre todo de los primeros momentos que estamos seguros de que son los más importantes para que estemos alertas, sepamos que lo que llega y lo que pasa es la vida y que nosotros podemos intervenir en ella para que nos aproveche todo lo que pueda. Tanto si la atendemos como si no, va a pasar y eso no lo podemos evitar, pero de recibirla como pasmarotes a ponernos a su lado y protagonizarla hay una enorme diferencia y esa es la que estaría bien que aprovecháramos. Por eso algunos no paramos de avisar para que andemos alerta.
Comentario
REfelexiones para lavida ,felicidades,un fraterno abrazo.
Gracias Escritor Antonio F.L.
Muy interesante .amigo del alma
sepamos que lo que llega y lo que pasa es la vida y que nosotros podemos intervenir en ella para que nos aproveche todo lo que pueda.
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