
Y el hombre sufre...

¡Qué pena me ha dado el hombre
que construye con sus manos
cántaros y vasijas de barro!,
y trabaja con el ladrillo y la arena
y con pesada carga
sube y baja escaleras;
para recibir a cambio de días amargos
unas míseras monedas.
¡Cómo me ha dolido la mujer
que quiebra su espalda
sobre los surcos del campo!,
o quizás ante una máquina de coser
se afanan sus dedos
sobre la seda y el tafetán
para llevar a sus hijos
rosquitas frescas y pan.

Y el hombre sufre
y se santigua a veces
orando en silencio
porque desconoce los días que vendrán
de sequías y hambres,
de oscuridades inciertas.
Y la muerte galopando
entre las naciones,
tocando todas las puertas.

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