LA PARTIDA DE BERTO
Recientemente, recibí una llamada muy temprano en la mañana, de esas que, con motivos, nos da un vuelco el corazón.
Era mi hermana, Margot, me dijo.
¿Sabes que murió Bento?
Que grite con pesar... ¿Cómo lo sabes?
Me dijo.
Acuérdate de que uno de los vecinos de mi calle... trabajó con él.
Al parecer mantenían comunicación.
Sí, lo sé.
Me lo habías dicho...
Santo Dios, ¿y qué pasó?
Me dijo que le había dado un infarto masivo, antecedido por algunos derrames cerebrales.
Uf, qué pena... pensé, mientras lloraba.
Colgué... Y me sumí en los pensamientos de cuando lo conocí.
Yo era una adolescente cuando le conocí; él tenía como 18 años más que yo. Fui de vacaciones al pueblo donde nacieron mis abuelos y allí lo conocí.
Se acercaba y me preguntaba.
¿De dónde eres, chiquita?
Yo apresuraba el paso sin contestarle, propio de la época (ahora no).
Ahora, si no le cae bien el chico, le dicen: "Eso no es asunto suyo".
Bueno, él me escribió la primera carta y creo que las de él fueron las únicas. Uf, qué encanto, qué belleza, aún hoy las recuerdo... Las guardé por muchos años, creo, sin alusiones personales, que alguien las encontró y las botó; así es la vida. A mí el destino me llevó muy lejos y después no supe más de él... pero jamás lo olvidé y creo que no le olvidaré; son esas marcas que llevamos dentro y con solo oír su nombre, duelen y sangran las heridas, pero el tiempo pasa y, como los árboles pierden hojas y ramas... y... pero no mueren, retoñan de nuevo con las marcas donde hubieron otras ramas y el tronco sigue ahí, aparentemente fuerte... pero hay que rociarlo para que retoñe.
Así somos nosotros... pero hay otro día que nos tocará vivir.
Bento, sé que donde estés estarás bien... Además, tienes un lugar en mí.
Hasta otro momento, besos.
Publicado por Alida I. Gómez
El 3 de mayo de 2011 a las 2:00 pm.
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