Cualquier espíritu de comparación impide el florecimiento pleno de la persona, ya sea que se trate de un científico o de un jardinero. La más plena capacidad de un jardinero es igual a la del científico, cuando no hay comparación; pero cuando la comparación interviene, surgen el menosprecio y las relaciones envidiosas, que al propio tiempo suelen generar ciertos conflictos entre hombre y hombre. Igual sucede con el dolor; el amor no es comparativo; no puede ser comparado con lo más grande o lo más pequeño. El dolor es dolor, como el amor es amor, ya sea que exista en la persona rica como en la pobre.
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