No debemos perder el tiempo, pensando en si apreciamos o no a nuestro vecino. Debemos actuar, como si lo hiciéramos. Si actuamos de ese modo, descubriremos uno de los grandes secretos de la felicidad.
Cuando nos comportamos como si apreciáramos a alguien, podemos terminar amando a esa persona.
Por extraño que nos parezca, cuando hacemos daño a alguien que nos desagrada, generamos todavía más aversión hacia esa persona.
En cambio si la tratamos bien, de pronto descubrimos, que ya no nos desagrada tanto.
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