Leo cada semana los comentarios de los que se molestan en escribir. Respondo siempre, unas veces debajo de lo que me han escrito y otras me dirijo al blog de quien me escribe y le respondo allí. Pienso bastante en lo que me comentan. Unas veces se trata de comentarios de aliño pero muchas, lleva su miga dentro. Estoy seguro de que después de las lecturas hay cambio en mi modo de ver aunque no quiere decir que inmediato. Se necesita masticar lo leído, dejar que repose y que sea la consecuencia de la lectura la que dé su cara cuando se haya interiorizado el contenido.
Manuel dice que no me reconoce. Le respondo en el momento pero sigo dándole vueltas a sus palabras porque me importan. Desde el brexit se han sucedido una serie de acontecimientos que me tienen muy inquieto: El referéndum colombiano que se perdió y que se ha terminado de resolver sin el brillo que se pretendía, el referéndum italiano perdido también por el primer ministro que lo propuso, la guerra de Siria de nunca acabar, al gobierno del PP que sigo sin comprender y el triunfo de Trump me tienen como acogotado. Creo que son demasiados golpes en la misma dirección en un intervalo de tiempo demasiado corto. Pero también, querido Manuel, tú tienes tu grupo de pequeños, que es la fuente, cada día y no sabes lo que significa el vacío de no tenerlos ni perspectivas para el futuro. El tiempo es implacable y nos va dejando huella cada día querámoslo o no. No quiero quejarme porque mi atención actual está volcada en los discapacitados intelectuales que tampoco es moco de pavo.
Releo los últimos textos como parte de la reflexión que me suscita el comentario de Manuel y me pongo a pensar si no estaré refugiándome en el niño que a pesar de todo sigo siendo para desde esa posición volver a mirar todo lo nuevo y terrible que está aconteciendo y que no deja muchas luces en el horizonte. Cuando vi el otro día cómo Obama montaba en el helicóptero y se alejaba del poder no podía remediar un sentimiento de desolación a pesar de saber las muchas limitaciones que sus dos mandatos han dejado en el aire porque no se trataba tanto de cuantificar lo que ha hecho cuanto de medir su actitud y saber que por encima de las muchas miserias, se querían mejorar las cosas. Hoy las perspectivas me parece que son bastante más sombrías. Es cierto que habrá que esperar porque es demasiado pronto para juicios pero los nubarrones amenazadores son una realidad innegable.
Desde la indefensión de ser una simple persona y solo eso, aunque también ni más ni menos que eso, como que me siento más vulnerable, más ajeno al discurso dominante que se va imponiendo y puede que todo ese maremágnum mental me esté afectando y dé pie a que Manuel diga que no me reconoce. Yo dije desde el principio que esta tarea la asumía como todas las que la vida me ha ofrecido y he considerado importantes, como una carrera de fondo y eso tiene sus ventajas sin duda, pero también sus inconvenientes. No quiero, ni creo que pueda, ofrecer en estos momentos una imagen que no corresponde con mi realidad y los últimos acontecimientos han vuelto el horizonte marcadamente sombrío. No me desespero y sigo dispuesto a responder y a responderme en la medida de que sea capaz pero no a costa de negar la realidad en la que me siento inmerso.
Amigo Manuel, te aseguro que tus palabras no caen en saco roto, ni ningunas otras de las que leo, pero pido tiempo para digerir todo esto que nos está cayendo encima que a muchos nos llena de pesadumbre pero que no nos va a silenciar. Seguir escribiendo creo que es una manera de digerir el contenido.
Comentario
Felicidades, por tu gran reflexiòn, què puedo añadir, sino el pensar que cuando escribimos sacamos de nuestro ser muchas ideas se estan comprimidas ,que algunos no quieren escycharlas o les importa poco. En este espacio tenemos la oportuinidad de escribir los sentimientos de toda naturaleza. Un fraterno abrazo.
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