La relajación, está sobrevalorada. A menudo identificamos
la plenitud, con la imagen que transmite la publicidad de los
complejos vacacionales: una persona tumbada en una
hamaca al sol, entregada al dolce far niente.
Sin embargo, fuera de las pausas necesarias para cargar
energía, antes de volver a la actividad, la inacción y la falta
de tensión, son más perjudiciales para la salud psicológica
y existencial que el estrés positivo.
Así como un músculo que no se ejercita termina atrofiándose,
las personas que no se marcan objetivos vitales son presa
fácil de la apatía y el miedo. De tanto rebajar el nivel de
existencia, cada vez se atreven a menos, mientras la
autoestima va decayendo.
Los humanos, somos seres de acción y solemos alcanzar
la felicidad desarrollando nuestras facultades.
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