Cuando jugamos, podemos probar experiencias nuevas,
sin poner en riesgo nuestro bienestar físico o emocional.
Al jugar, imaginamos situaciones distintas y aprendemos
de ellas. Establecemos nuevas conexiones cognitivas en
nuestra vida cotidiana, aprendiendo habilidades sin peligro
alguno. Buena parte del juego al que nos entregamos los
adultos, consiste en proyectar como va a ser nuestro
futuro. Jugamos a imaginar como sería la casa de nuestros
sueños, o la persona que desearíamos encontrar como
pareja. Nuestra fantasía, es una especie de "campo de
pruebas" donde ensayamos situaciones y escenarios.
Los que pierden la capacidad de jugar, pierden la alegría
de vivir estancándose en rutinas y pensamientos en
cierto modo algo negativos. Por ello, es importante hacer
como los niños que se toman en juego como lo más
importante del mundo.
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