El viento, amigos míos, no sabe entender ni tampoco escuchar los lamentos de los humanos, pero no por ello es conveniente dejar de hablar para no sentirnos solos. Tú, amiga mía, que puedes olfatear el aroma de las flores, ¿no puedes comprender mis lamentos a pesar de carecer de aroma? Creo que debes intentarlo, pues no hemos venido a esta tierra para poner diques, cortapisas ni valladares al orden justo de las cosas. Todo lo contrario, estamos aquí para comprenderlos a pesar de que en ciertas ocasiones no comulguemos con ellos. Nada nos pertenece de forma infinita; tan solo somos arroyo que termina vertiendo sus aguas al mar.
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