Le debemos la vida a la rutina; no sería posible casi nada, sin la repetición de lo ordinario. Lo que sucede es, que para comprender el valor de la rutina y superar el horror a lo invariable hay que percibir, el diseño divino de la vida... Cada día es diferente, y todo es distinto en la engañosa apariencia de su repetición. Si le molesta la tenacidad de la rutina, piense que lo nuevo que tanto satisface a los aburridos por la costumbre, surge de la tentativa por mejorar lo corriente...En la sublimación de las cosas corrientes de cada día, está la raíz de una vida feliz.
Mirando a lo más alto, humildemente me apunto al ensalzamiento de la vida ordinaria- la experiencia real y no lo imposible y quimérico- porque éste, es el único modo humano de construir una existencia extraordinaria.
Por eso mientras podamos disfrutar de ellos, es importante dar brillo a los railes por los que transcurre, un día tras otro, nuestra vida.
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