Una carrera, ofcio o empleo para el cual se tenga vocación, es un poderoso educador del caracter, por lo mucho que vigoriza todas nuestras facultades con el ejercicio continuado, y porque nos proporciona intersante placer, pues la ley de la naturaleza, es que se atrofie y destruya todo cuanto no se ejercita de forma provechosa, ya se una máquina industrial, ya el cerebro humano.
Pero cuando no existe vocación ni gusto por la ocupación, y el trabajo se convierte en fatigosa mecánica, pierde el ser humano la flexibilidad mental y gallardía de espíritu necesarias, para no considerarlo un infortunio del que espera librarse en cuanto se lo consienta la prosperidad.
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