Ya llevamos unas pocas semanas que, aunque con el trasfondo de la educación infantil siempre como norte, estamos hablando de política. Sé que al final todo es política porque hablamos de la vida en definitiva, pero me gusta llegar al meollo de las cuestiones teniendo como elementos centrales la vida de las personas en sus primeros años. Allí es donde me he encontrado una y otra vez la cátedra de los hallazgos, de las contradicciones a flor de piel en los comportamientos más sencillos. He llegado a pensar y seguramente lo pienso todavía, que lo esencial del comportamiento humano se encuentra a flor de piel en el devenir diario de los primeros contactos con las cosas, de la primeras combinaciones del comportamiento y de los primeros aprendizajes. En ese sentido hay una potencia que quienes nos dedicamos a la educación tenemos que desarrollar sobre casi todo, nuestra capacidad de escuchar.
Siento que inevitablemente me repito, pero acepto mis limitaciones y la única objeción que pondría a mis ejemplos sería el que no fueran adecuados y creo que éste lo es. Alba y Fernando quieren jugar: - Yo soy el padre y tú la madre, ¿vale?, plantea Fernando. - Vale - acepta Alba. -No, el padre soy yo - impone Cristian metiéndose entre los dos por la fuerza como suele hacer con frecuencia. - Y Fernando era el perro - sugiere Alba al rsto, para dar salida a la tensión creada por la imposición de Cristian. Fernando acepta de mala gana el collar de perro y se deja llevar por Alba hasta que los dos terminan lejos de Cristian, donde se ponen a jugar tal como querían desde el principio. A Cristian no se le discute su papel de padre pero no puede jugar con Alba y Fernando como quería y termina sólo. Todo esto necesita de unos ojos que hayan aprendido a leer la realidad y aislar la secuencia válida porque la vida sucede como un río, imparable.
La lección viene a cuento porque cuando los pequeños son respetados y se les permite que vivan, disponen de mecanismos que les permiten niveles de satisfacción suficientes como para que la vida les merezca la pena pero al mismo tiempo han de asumir frustraciones que significan de hecho que la vida es perfectible y que vale la pena vivir para perfeccionar lo que nos pasa porque siempre nos quedan deseos de que sea más gozoso. En la secuencia narrada Cristian logra ser el padre pero no logra jugar con Fernando y Alba. Fernando logra jugar con Alba pero no logra ser el padre como quería desde el principio y Alba logra jugar con Fernando pero no como padre, que es lo que quería sino como perro. La situación queda resuelta por el momento y supera la posible tensión que se hubiera producido si alguno de los tres intenta romper la baraja, pero todos seguirán buscando una solución mejor porque la que tienen no les satisface completamente.
Y eso es el progreso y eso es la vida. Se trata de encontrar situaciones que nos permitan ir tirando con algunas cotas de satisfacción, sabiendo que las soluciones coyunturales no son sino peldaños que nos hacen subir pero que son partes de un proceso infinito. Sabemos perfectamente dónde está el final de nuestro proceso pero mientras éste llega, lo que importa es ir encontrando escalones que nos ofrezcan la sensación de ascender mientras vivimos, lo que indica satisfacciones y frustraciones combinadas convenientemente para gozar de lo que la vida nos ofrece al tiempo que desarrollar nuestro deseo de perfeccionamiento o de crecimiento con las cuentas pendientes que nos van ofreciendo los límites de las vivencias que la vida nos permite. Lo que importa no es el fin. Lo que importa es el camino.
Comentario
Profunda reflexiòn,gracias por compartir,abrazos fraternos.
Interesante
un saludo
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