Manuel me dice que un padre quiere hacer un documental sobre la experiencia educativa de Granada. Me sugiere la posibilidad de contar con mi testimonio para ilustrar el proyecto, que se llama El árbol de las escuelas. Como cada vez que me han pedido participación me pongo a su disposición, nos intercambiamos los teléfonos y espero que en algún momento de esta semana nos podamos ver y desde luego, en la medida que yo pueda no le va a faltar mi colaboración para dar a conocer esta experiencia que se inició a duras penas pero con todo el empeño del mundo en 1980 y que al cabo de casi 40 años de historia ya forma parte de esta prodigiosa ciudad como cualquiera de los monumentos que la adornan. Una pequeña pieza más, ésta viva y gozando de una mala salud de hierro, para adornar un poco más, si cabe, la historia de Granada, cuyo presente muestra evidentes lagunas de difícil justificación.
Estoy seguro que la historia de aquel momento era especial por muchas razones pero también porque desde muchos ángulos de las fuerzas vivas bullía la ilusión de proyectos innovadores en muchos frentes y no faltaron políticos que escucharon, que arriesgaron y que terminaron comprometiéndose. Como fruto nació aquel Patronato Municipal de Escuelas Infantiles que a lo largo del tiempo ha venido a convertirse en la Fundación Granada Educa de hoy y que en medio de muchos sube y bajas propios del devenir de la historia, se puede decir que hoy es una institución adulta, que ha contribuido a que muchas generaciones de niños y niñas de Granada hayan vivido una experiencia inolvidable de alegría y protagonismo sobre sus vidas en sus primeros años que llevarán cosida a su pellejo y a la que siempre podrán recurrir cuando necesiten echar la vista atrás por cualquier circunstancia.
Se me escapa una sonrisa cuando a cada paso hoy se comenta el enorme problema, por ejemplo, de la obesidad infantil, por poner uno de palpitante actualidad. En nuestras escuelas no hemos conocido la obesidad y sí la solución a algunos casos de sobrepeso que hemos recibido, después del tiempo prudencial de haberse alimentado con la dieta de cada día y con nuestra forma de vida. Qué gracia ver un anuncio en la tele que dice: es verdad que lo que tenemos que comer es fruta pero como no tenemos tiempo, ahí tenéis este potingue que sabe como la fruta. Y se quedan tan frescos. Nuestro camino no ha sido este, no. Ha sido el contrario. Recuerdo cuando nuestros niños empezaron a comer fruta a media mañana a modo de bocadillo. Nadie se opuso pero les resultaba pintoresco por insólito. Qué gusto ver cómo hoy nos podemos encontrar en cualquier acontecimiento un bol de gruta como alimento más adecuado.
Reconozco que no he sido un modelo de equilibrio y tal vez me he pasado haciendo que los pequeños pasaran muchas más horas al aire libre que entre cuatro paredes pero sí que puedo decir con toda rotundidad que el aire libre baja de manera significativa la agresividad en el comportamiento entre las personas. Se nota siempre pero entre los más pequeños más. También sirvió mi posible exceso para que asumiéramos los momentos de patio, no como un recreo al uso de descanso en medio de la actividad que se desarrollaba en el interior de las aulas sino como una aula más en sí, con valor por sí misma y capaz de ofrecer a los pequeños un ambiente grato para vivir y relacionarse y para desarrollar toda una manera de crecer con el cielo como techo, el aire como paredes y la tierra y el agua como soportes para elaborar una serie de comportamientos gozosos e instructivos que tienen recorrido para la historia, para el presente y que nos impulsan para el futuro desde las plataformas más sólidas. Hemos aprendido tanto, que aquí seguimos con el deseo intacto.
Comentario
felicidades,un placer disfrutar de tu creaciòn,abrazos cordiales.
Excelenmte Antonio
como siempre
grato leerte
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