Habíamos interrumpido un par de semanas nuestros contenidos para dar cabida a acontecimientos de relevancia para los menores como fue la experiencia del grupo de Manuel Ángel de pernoctar en la propia escuela o la presentación de una asociación que pretende preocuparse por la primera infancia como nos explicó nuestra compañera Lucía Tapia. Ambos asuntos nos pareció que no sólo formaban parte de nuestra temática sino que aportaban ángulos de visión complementarios y que por eso necesitaban ser atendidos por nosotros. Tiene que ver con la vida no sólo lo que se piensa sino lo que pasa en la vida como tal. Ambas partes del contenido completan la visión y la enriquecen. Eso es lo que espero que nos suceda a nosotros por lo que no debemos renunciar a ninguno de los contenidos que tanto una visión como la otra nos puedan aportar.
Esta noche hemos alcanzado cinco grados bajo cero. Si consideramos que la semana pasada las noches podrían andar entre los cinco y los diez grados en positivo no es difícil deducir que el frío invernal se nos ha colado de sopetón. No es que sea raro que en diciembre alcancemos estas temperaturas por la noche. Lo raro ha sido que estábamos viviendo un otoño templado, casi caluroso, y en pocos días nos hemos colado en pleno corazón del invierno. Nos faltan, de todas formas bastantes días de lluvia que apenas si los hemos visto aparecen dos o tres veces desde el verano. Así están nuestros pantanos, que han bajado su nivel de reservas de manera alarmante. La estación de esquí por el contrario ya está casi a pleno rendimiento porque con las temperaturas bajas ya se encargan los cañones de fabricar la nieve necesaria para que los esquiadores puedan disfrutar de su deporte favorito.
Con el frío repentino no es raro que nuestros pequeños apenas se vean por la calle y si aparecen, sea embutidos en gruesas prendas de abrigo para resguardarlos de los fríos cortantes. Como siempre, nuestra voz se alza en defensa de los pequeños porque, siendo verdad que hay temperaturas que pueden ser peligrosas si no disponemos nuestros elementos de abrigo que nos defiendan de ellas, tenemos que recordar que nuestro mejor abrigo es nuestro cuerpo que tiene unas posibilidades de adaptación más amplias que las que estamos dispuestos a reconocerle. No vamos a defender que nuestros pequeños no se abriguen contra el frío. Lo que sí vamos a insistir una vez más es que el exceso de abrigo lo que va a producir en primer lugar es que apenas puedan moverse, por lo que van a estar más indefensos. Es preferible un poco menos de abrigo y permitirles que se muevan porque el ejercicio va a significar también una importante fuente de calor para que se defiendan.
Una vez más las familias han de hacer un ejercicio de sensatez y ver que si sacan a sus hijos de la casa sin demasiado abrigo no se trata de que sean unos familiares irresponsables que no cumplen con sus obligaciones para con sus pequeños como suele suceder con frecuencia sino que pueden ser personas capaces de razonar y pensar que el frío también hay que combatirlo con ejercicio y no solo con ropa de abrigo. Es más raro encontrarse a menores abrigados pero capaces de moverse y de generar calor con sus movimientos que perfectamente embotados y dentro de los carritos, como en pequeñas jaulas, puede que muy bien adaptadas pero para que quien vaya dentro permanezca inmóvil y no ejercite sus propias capacidades de defensa, que las tiene y muchas. No me quejo por tanto del frío repentino que se nos ha venido encima de golpe sino de que nuestra respuesta con los menores sea proporcionada y en ningún caso pase por inutilizarlos a base de abrigos.
Comentario
Interesante,motivador y pràctico en tus hermosas letras,felicidades amigo,un cordial abrazo
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