El día, se muestra tranquilo con su luz y su sombra.
Estoy convencido, que no viene de la tierra de las profecías,
pues allí -me han contado- que las mañanas son resplandecientes,
y su luz se acuna en el regazo de su encantador misterio.
Me alegra contemplar el mar con su tonalidad azul verdosa y
el blanco en la cresta de las olas...
No deja de ser una forma agradable, de llenar el hueco de
mi corazón, perdido en medio de la vorágine...
Menos mal, que aún me queda la satisfacción, de contemplar
los colores, y conocer la verdad de las palabras pronunciadas
con sensatez y cordura.
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