Lo más importante de nuestra vida lo aprendemos jugando.
A través del juego los niños aprenden a erguirse y caminar.
Reconocen las formas, los colores y los objetos.
Experimentan con las palabras hasta adquirir el dominio del
lenguaje para interactuar con las personas de su entorno.
Gracias a este deseo de conocer, nos acercamos de forma progresiva
al corazón de la vida. Por esa misma razón, seguimos jugando
en la edad adulta.
Los gatos pequeños interactuan constantemente con su
entorno.El felino de unos dos meses corretea por la casa sin cesar,
persigue presas invisibles, escala cortinas y juega con ovillos de lana...
Toda su vida gira al rededor del juego cosa que le permite conocer
su entorno y sus propias capacidades.
Cuando es adulto, cambia de actitud y se vuelve sedentario, pero
todavía es capaz de jugar si lo estimulamos,pero mantiene cierta curiosidad
por lo que sucede a su alrededor ya no necesita ponerse a prueba.
El ser humano tiene la capacidad de mantener el espíritu lúdico
toda la vida, y eso le ha permitido desarrollar el cerebro más que
otras especies.
No todos los humanos hacen uso de este don que enriquece la imaginación
y nos invita a superarnos.Como el gato que dormita en el sofá, muchas
personas se dejan arrastrar por la fatiga y la inercia, perdiendo esa
magia. Conclusión:¡hay que seguir jugando!!
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