Mis ojos, son vagabundos e incansables viajeros. que conocen
multitud de lugares, noches trágicas y tranquilas, y días
deliciosos; pero ellos, no entienden de penas, ni llantos,
tampoco de odios o clemencia.
Me encuentro sentado en una roca húmeda del acantilado
-en el cual resido-, seducido por el olor peculiar a sal marina..
Me siento transportado súbitamente, a ese horizonte,
que actúa como techo del mar bravío.
Me seduce la idea de cabalgar a lomos de un gran cetáceo,
para adentrarme en el agua, hasta verme rescatado
por los brazos de su dios Neptuno.
Ocurrido esto, mi interés se centra, en regresar de nuevo
al punto de partida,y regresar a la plácida playa, acariciada
por la suave brisa del atardecer..
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