Te quiero dijiste,
y la flor de tu mano, proporcionó
calor a mi corazón.
En las cristales de la ventana, la lluvia sonreía.
¿Me querrás tu lo mismo?
En su voz apagada, hubo un dulce lirismo de magnolia.
La lluvia, proseguía llorando sobre los cristales, como cortina
de agonía.
Para toda la vida, -comenté con una sonrisa-, y una estrella,
te iluminó la frente, al propio tiempo, que seguía llamando la lluvia,
en la ventana con una melodía antigua..
Me quedé mirando tus pupilas, mientras decías, ¡para toda la vida!,
cosa que hiciste con una leve sonrisa, fue entonces, cuando
una duda escondida, me atravesó la frente..
¡En la ventana -algo oscura- la lluvia, proseguía rimando su
amargura, con la amargura mía!!
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