Sobre el rostro cansado, caen gotas de lluvia, ellas se
muestran desnudas, puras y humedecen el alma...
La lluvia en su caer incesante, moja el amor, pero no
el fuego que permanece vivo.
Apareciste usando el atajo, desnudaste tu alma con
lentitud, compartimos la velada, con total entrega,
sin recatos de ningún tipo.
Soy consciente, que al partir dejaste olvidado un
suspiro, siendo el mismo, un signo de identidad que
sirvió para confirmar tu fugaz visita.
Mientras espero tu regreso, dormiré bajo el manto
de la noche, para despertar con el sol del nuevo día.
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