La mañana se torna fría, pues aún está dando los últimos
coletazos en otoño. El frío llega a colonizar nuestra frente
cuando es tan intenso. El reloj, sigue engullendo el tiempo
mientras la estructura de la habitación conserva su figura
geométrica rectangular sin ánimo alguno de verla alterada.
Miro por la ventana y puedo vislumbrar la pequeña montaña
en cuya cima, se aprecia unas nubes algodonosas. Al llegar
el mediodía, el sol entorna su himno de fuego, mientras
el viento sopla impregnado de humedad procedente del
mar cercano. Presiento que la distancia viajó hasta ésta
costa, incitándole a emitir canciones que alegren las olas.
La añorada playa, duerme en soledad a la espera de la
llegada del buen tiempo.
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