La meditación, es como ese agujero desde el que, entre una respiración y la siguiente, podemos contemplar nuestro propo cielo.
Cuando la tormenta de estímulos cesa, las tranquilas aguas del lago de la mente, brillan como si fueran un espejo, en el cual, nos podemos reflejar sin miedo alguno.
Ya no hay turbulencias: solo contemplamos lo que somos, que incluye, lo que podemos ser si nos lo proponemos.
Es un viaje, que realizamos en plena quietud, sin movernos del lugar...
Pero ningún vehículo en el mundo, nos llevará más lejos.
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