He tenido la ocasión, de contemplar -en diversas ocasiones- en mi puerto, ese barco con su vela enrollada en reposo.
En verdad, no son las imágenes de mi destino sino mi vida.
Se me ofeeció el amor, y me encogí ante su desilusión; el dolor llamó a mi puerta, pero me daba miedo; la ambición me llamó, pero me aterraba la posibilidad.
Sin embargo, toda mi vida he estado hambriento de significado.
Ahora, tengo que levantar la vela, para coger los vientos del destino, dondequiera que me conduzcan el barco.
Dar significado a la vida, puede terminar en locura, pero la vida sin sentido, es tortura de la inquietud y el deseo vago.
Es un barco que anhela el mar y está lleno de miedo todavía
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