Ellos con la primera luz del nuevo día, rompen el encanto mantenido durante una buena parte de la noche, acompañado por la pasión, con la finalidad de retornar al mundo de las obligaciones cotidianas. En su memoria permanecen cautivos los besos y caricias dispensadas con ternura y generosidad. Quizás seré yo quien en su momento, deba desafiar la tormenta, con palabras que lleguen al silencio más evocador. Pero intento ser esa queja que llega algo vencida a la luz de los luceros nuevos. Entiendo y comprendo que debemos plantar semillas de optimismo y amor, con la finalidad de poder recoger el día de mañana, los frutos de alegría y felicidad.
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