Cuando leemos un buen libro dan ganas de mandarlo todo a
paseo y, entonces, empezar a vivir una vida singular y única:
la vida propia, la única posible, la única válida. Sentimos
un deseo tan fuerte de autencicidad que, de repente, se
puede invocar la vida y la muerte sin que nos tiemble la
voz. Es bueno que entre todos los libros que tenemos en
nuestra casa, dediquemos una estantería a los que nos han
hecho como somos, aquellas obras que nos pueden guiar
como un faro, cuando nos extraviamos en el camino.
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