La meditación suele pulir tanto la mente que se covierte en
un espejo que devuelve nuestra propia imagen. Como un
lago de aguas traquilas en el que podemos reflejarnos, ése
es el estado mental que persigue la meditación. El que
medita emprende un viaje interior de retorno hacia su
propia esencia, al centro de operaciones desde el que se
filtra e interpreta la realidad, o los estímulos sensoriales
que solemos llamar realidad. Cuando nos sumergimos
en la meditación, no estamos trabajando, resolviendo
problemas ni tomando decisones.
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