Mis Verdades.
Atado está mi cuerpo, a los designios de la historia
abyecta, que no escucha el clamor del alma viva.
Que lejanos son los mundos de mis huesos y la carne,
con los sueños de mis energías,
que si escuchan lo que la conciencia y mi corazon
escriben,
en las sangres que sienten las penas y alegrías,
de mis pasos por esta vida,
deberían ser uno,
ser solo un grito,
una sola lágrima sentida.
Obligado a sonreír como un acto de una falsa obra de
teatros enmudecidos,
por las ausencias del real pensativo,
debo ocultarme entre sombras de la noche que
cautiva,
para poder versar libre de zumbidos de aquellas voces,
que no saben que he fingido,
que no he alzado la voz en libertad merecida,
no puedo,
no es debido,
porque muy pocos saben que escuchar un pensar,
que contradice su verdad impositiva.
Es tan humano,
tan divino permitido,
como la oración que los cielos escuchan, de los niños
tan asombrosas,
tan inocentes como vuelos de gaviotas hacia su nido.
No he perdido la sagrada fe,
que alguna vez mi cuerpo y mi alma se unan libres,
en los espejos de las aguas, donde mi cantar sea un solo
silbido.
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