Cuando contemplamos una flor que empieza a marchitarse
en un florero, o el frágil gorrión que bebe agua en un charco,
a menudo nos embraga la misma melancolía, pues esas
escenas de lo efímero reflejan nuestra existencia
y nuestro destino como seres humanos.
Cuando contemplamos como el viento empieza a mover
la arena de la playa lentamente en forma de suaves ondas,
nos sentimos extraños y melancólicos, pues en esa acción
se mezclan la belleza y la tristeza...
Quizás el motivo o la causa de ello se deba a no poder
retener el momento...
¡Sólo lo que vamos a perder adquiere valor!!.
Esta enseñanza es, por lo tanto, una invitación a experimentar
con intensidad el Aquí y Ahora, pues cualquier momento
vivido, puede ser el último de nuestra vida.
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