El enfado y el resentimiento, producen un impacto
negativo sobre nuestro cuerpo y mente, ya que el
rencor contra alguien, repercute en uno mismo.
El enfado, causa estrés, tensión física y mental...
Limita la amplitud de nuestro pensamiento.
Aumenta la presión arterial, la acidez de estómago,
y la secreción de adrenalina. Al contrario al perdonar
se producen cambios fisiológicos y psicológicos
positivos. Una sensación de calidez y relajación que
cursa con disminución de la presión sanguínea.
Pero lo que es más importante, a través del perdón,
se experimenta el amor que es la esencia de las
relaciones humanas. Perdonar, no significa abandonar
una causa, ser pasivo o blando. Y aunque de forma
aparente parezca que al hacerlo se puede fomentar
que la otra persona siga comportándose de una forma
en que hiere, en realidad, el que perdona, se hace
un favor a sí mismo.
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