Entra en ti mismo y mira. Si no te encuentras bello, has como el creador de una estatua, a la que debe proporcionar belleza,
quitando por aquí, puliendo por allá, suavizando tal línea,
haciendo más pura la otra...Y así hasta que haya surgido
de su obra un rostro bonito. Haz lo mismo: quita lo que sobre,
pon recto lo que está torcido, ilumina lo que está oscuro y
encamina tus esfuerzos a que todo brille, con una sola luz
y una sola belleza. Nunca dejes de labrar tu estatua hasta
que relumbre de ella a ti el esplendor divino de la virtud, y
veas firmamente afianzado en la urna sin mácula el bien
perfecto.
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