Recuerdo el día que me acerqué a ti con cierta temeridad.
¿Por qué negarlo?. En las sienes, latían veinticinco desengaños,
ausencia de sol en los labios, y el corazón, jadeante como el
pájaro fatigado tras un largo vuelo..
En tu boca parecía reventar un clavel de veintidós años, y
tu mejilla, sonrosada por el sol de poniente..
Cuando dijiste te quiero, fue tu voz, como un trago de agua fresca,
en una tarde calurosa de verano.
Esa palabra, se apoderó de mi, con la fuerza de un toro bravo,
quedándome vencido sobre la arena, y extasiado por esos cuatro
besos lentísimos que me brindaron tus labios..
Desde aquel preciso momento, tú, conmigo, yo a tu lado,
respirando de tu aliento, al compás de los pasos..
Centinela de tus sueños y hombro para tu descanso.
¿En que código de amores, en que partida de cargos, están escritas,
las leyes que determinen el momento del enamoramiento?.
Entiendo, que no hay fronteras, ni senderos, ni vallados, pues
el cariño es como un monte en cuya cima muestra un letrero
que dice: " Te quiero".
¡Tienes que ser miembro de SECRETOS DEL ALMA para agregar comentarios!
Únete a SECRETOS DEL ALMA