Sabes muy bien, que alguna que otra noche has logrado que el nuevo
día amaneciera con una sonrisa sentada en la ventana de tus ojos.
Eso solía suceder, cuando el mar suspiraba por ese aroma de azahar
que el suave viento suele trasladar desde nuestra Costa Dorada.
Somos conscientes de tener el tiempo tasado, y que el vacío que
se instala ne nuestro ser, es un espejismo que nos indica el deseo
de escapar de la nada, que se había acurrucado en nuestro interior
más recóndito.
Sigo viviendo con la ilusión, de poder conocer algún día más
pronto que tarde, el leguaje de esos animales tan
vigorosos como son las ardillas, que abundan en nuestros
pinares salvajes. Con este deseo, he logrado que tu cara mostrara
una ligera sonrisa, rompiendo de ese modo la seriedad existente.
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