Lucía, solía sentarse muchos días, a la sombra de un viejo sauce, el cual seguía en pie, a orilla del riachuelo que le proporcionaba vida..
Ese día concreto, tomando su blog de notas, escribió en el: ¡Que no llegue jamás la tristeza a mi alma!!...Pero llegó.
Lucía tenía por ojos dos luceros azules como el mismo cielo.
Su cara era el fiel reflejo de la bondad infinita..
En ocasiones, solía besar, y abrazar a su querido árbol, -incluso dialogaba con el-, cuando sentía tristeza y soledad.
Al llegar el invierno, acudía a su lado para transmitirle un poco de calor, pensando que con su actitud le haría mucho bien..
¡Todo un ángel de criatura como caído del cielo!!
Así solía pasar ciertos momentos de su vida después de cumplir con sus tareas, hasta que un día, el amor la inquietó al conocer a un romántico bohemio que estaba sentado y llorando junto a su querido árbol..
Ella, se interesó por el, lo consoló, le dispensó todo tipo de caricias y besos dejándose llevar por sus buenos sentimientos...
Pero en cambio el, una vez recuperado de su tristeza, sin apenas pronunciar palabra alguna, reemprendió su camino, dejando a Lucía desengañada ante tal comportamiento, e inmersa en un mar de confusiones ante semejante actuación.
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