Cuanta luminosidad te brindó el día, al saber de tu nacimiento, jamás
podré olvidar el afortunado día que te conocí entre lirios, claveles
y rosas. Tus ojos color caramelo, tus labios de granada en flor, el
semblante sereno dulce y limpio, demostrando el deseo de ser amada
de verdad. Siempre estaré agradecido a tu madre por haberte dado
la vida, pues desde ese mismo instante logró añadir la flor más
hermosa al jardín del amor. Para mi tu voluntad es puro sonido,
cuando estoy a tu lado me siento quijote entre ilusiones doradas.
Cuando por causas ajenas me vea obligado a bandonar esta vida,
has de saber que desde la otra, te diré que te quiero tanto igual, como
lo hice en vida.
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