Fue un atardecer de un día como otro cualquiera. Me encontraba alejado de la gente.. estaba distendido, concentrado y algo exhausto. En las manos, tenía mi compañero inseparable - mi blog de notas-, en el, solía plasmar de forma irresistible mis pensamientos..
El cielo, se mostraba color anaranjado con ciertas pinceladas cromáticas en el horizonte..
Fue entonces, cuando pude contemplar su presencia. Ella caminaba con cadencia y ligereza, al llegar junto a mi, noté un aroma infrecuente, se trataba -según me comentó- de un ungüento de gálbano de Siria, añadió, que solía emplearse en el Turquestán, para realizar ofrendas..
Antes de terminar nuestra conversación, me dijo, que su intención era la de seguir cabalgando por los caminos y senderos, tal y como venía haciendo hasta ahora, manteniendo su aliento y de ese modo abrazar la lluvia cuantas veces fuera necesario, y terminar posándose en el viento. Os diré, que su comentario, no me dejó indiferente, pues nada tenía de común con lo usual, eso me abrió la puerta para pensar cuanto misticismo anidaba en su interior..
Luego, emprendió su marcha por ese sendero sin rumbo aparente, el cual, se rompía tras sus pasos, borrando las huellas dejadas por su fugaz presencia
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