Déjame ver la luz que no se apaga,
en lamparín iluminado;
en noche fría
de aliento callado.
Ramas congeladas
por el desaliento,
lamiendo melancolía
en platos desiertos.
Sol que no asoma
con sus risas festivas;
invierno crudo
que en el alma penetra y rasga.
¡Qué no se apague la luz
en los ancianos de caras congeladas de frío!
Que no se apague el lamparín de los niños pobres del mundo,
que no se apague la fe de los que luchan contra el virus,
que brille la esperanza en los hombres de la tierra,
pues en esta navidad,
Emmanuel en un humilde establo
de Belén llega.
¡Oh Dios déjame ver esa luz
que nunca se apaga!
esa luz que al desvalido y solo
siempre acompaña.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
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